Tempranos coinnosseures

Esta entrada en continuación de la anterior. Si apenas llegó aquí, lea primero: los invito a…

Entre los catálogos en línea visitados hasta ahora, no se si el lector habrá advertido mi entusiasmo al catálogo del museo Isabella Stewart Gardner. Para mi, la razón estriba en que en su bien desarrollada interfaz, se ofrecen valiosas claves relacionadas al área de mi especialidad; especie de marcas que al hilvanarse, descubren sorpresas e interesantes hallazgos. Para el caso, ya había referido que este museo cuenta con un breve repertorio de objetos relacionados con México, aunque considero que no destaqué suficientemente lo que se refiere, por ejemplo, a los azulejos de el convento de Atlixco: 23 hermosos mosaicos con motivos zoomorfos y fitomorfos en que se decanta la riqueza figurativa y ornamental de los mosaicos novohispanos del siglo XVII, formando un interesante repertorio para el estudioso que aborde a la loza blanca de Puebla.

También, claro, están las espectaculares pinturas de los fundadores del convento de Santa Inés de la ciudad de México, cuya existencia ya fue subrayada convenientemente por Nelly Sigaut, quién desde antaño tenía la sospecha de que el Retrato de una dama del Museo Nacional de Arte de México, sería obra de Baltasar de Echave Orio, como ya hoy lo registran. Pero además, gracias a la existencia de los mencionados retratos, conocemos el nombre y función de la dama del MUNAL, reconociendo que se trata de doña Inés de Velasco y que le hace compañía su esposo, Diego Caballero, lográndose, gracias también a Michael A. Brown -primero en publicar ambos retratos-, un avance positivo para la pintura de la Nueva España.

Otra gema brillante difícil de ignorar, lo enmarca la procedencia de estas pinturas. El catálogo del museo Stewart Gardneral señala que los retratos fueron adquiridos para su colección un 12 de enero de 1871, entre los diversos objetos de un remate realizado de la casa de subastas Leonard & Co., ubicada en el número 48 de la calle Bromfield de la ciudad de Boston: se ofrecieron junto con un lote más amplio, adquirido en México entre 1861-1771 de los bienes de diversos conventos suprimidos a raíz de las Leyes de Reforma. El catálogo de la subasta forma un folletin de apenas 26 páginas y en su momento, habrá de convertirse en objeto de mayores averiguaciones, por ejemplo, ¿cuales serían los objetos de mayor interés para el mercado de una ciudad este de los Estados Unidos de América?¿cuáles pueden identificarse en la actualidad dentro de los fondos de alguna organización conocida?, etc. Ciertamente, la variedad de los objetos que componían la subasta ya se advierte gracias al subtítulo del catálogo. Ahí había para su compra…:

«Un magnífico Murillo, un retrato original del barón Humboldt en vida en 1804, originales de Miguel Cabrera, Correa, Xuarez, Páez y muchos pintores mexicanos y españoles. Grandes crucifijos de marfil, cruces de honor mexicanas, relicarios, medallas, monedas, anillos, joyas y piedras preciosas, espadas, curiosidades, grabados, etc.

Leonard & Co. Catalogue of Rare Original Paintings, 1871

Los lotes de la subasta 111 y 113 son entre los más abundantemente comentados, al primero corresponde el Retrato original de el Barón de Humboldt pintado durante su estancia en México en 1804, por José María Vázquez, de aproximadamente 82 x 63 cm:

Solo existen dos copias de este valioso e interesante retrato del joven Humboldt, que luego establecerá toda su fama. La pintura complementaria, exactamente similar, está colgada en la «Sala de Actas» de «Mineria» de México, y ha sido muy admirada por sus visitantes. Durante los serios cambios que ocurrieron en 1861, esta imagen fue asegurada. Fue pintado para el Prior del Convento de San Agustín, donde Humboldt estuvo e hizo sus observaciones. La copia del Colegio Minería, la principal institución científica de México y donde aún se conservan los instrumentos de Humboldt, se hizo a partir de esta imagen ahora presente. Es la mismo que se exhibió a finales del Centenario de Humboldt. [que sería en 1869]

Leonard & Co. Catalogue of Rare Original Paintings: p. 12.

En el lote 113 estaba el supuesto Murillo, una Adoración de los reyes (sin fecha ni medidas), con un largo comentario iconográfico y algunas observaciones específicas de la obra, como:

..la Virgen es muy simpática, y no tan fría como aquellas que se derivan de imágenes artificiales… El niño no solo es de radiante de belleza espiritual e inocencia, además, está vigilando al visitante real, que se está preparando para saludarlo, besando humildemente el dedo meñique de su pie. Hay mucha animación en estas tres figuras principales…

Leonard & Co. Catalogue of Rare Original Paintings: p. 12.

Por otra parte, como ya lo advierte el catálogo del museo Isabella Stewart Gardner, el lote 114 y 115 se refiere a los retratos de los fundadores del Convento de Santa Inés, atribuyéndose a Cabrera con arriesgada seguridad pues carecen de firma. La casa de subasta ofreció más obras de Miguel Cabrera, cuya fama para aquel entonces se afincaba en el epíteto del Miguel Ángel mexicano, gracias a la critica elocuencia del viajero Giacomo Costantino Beltrami: entre ellas contamos a una Adoración del Sagrado Corazón, san Ignacio, san Luis, san Cirilo, san Juan Damaceno, san Telesforo papa y mártir, más un San Miguel los siete procedentes del Convento de Betlemitas (el san Miguel, de su retablo entonces destruido). Además había una Vida de San Luis de la Compañía de Jesús fechado en 1752. Ocho retratos de generales de la Compañía de Jesus firmados y fechados en 1752: Jacobus Lainez. Elect. 1558; Everad Marcurianus, Elect, 1581; Matius Vitelleseus, Elect. 1615; Alex. Gotti, Elect, 1552, Carolus de Noylle, Elect 1652; Lauret Ricci, Elcet. 1758 y una figura central con el título: «Arma militiae nostrae». En total 17 obras aunque quizá como los retratos de doña Inés y don Diego, no fueran todas de Cabrera aunque, para aumentar su valor, eso sería lo de menos.

Finalmente, deberé puntualizar que por aquellos años, la critica de arte apenas se había enfrentado a cómo concebir la pintura que provenían de la época novohispana. Vale la pena recordar que cuando Leonard & Co. (empresa por cierto, fundada en 1816) hizo la subasta, aún faltaba un año para que se publicaran, en 1872 , los Diálogos de la pintura de José Bernardo Couto, aunque es de suponerse que durante la década que trabajó el comerciante norteamericano en reunir su lote, pudo intercambiar sus impresiones de la primera escuela mexicana con Couto y otras personalidades de aquel tiempo, a tal punto, que para dar mayor valor al lote de pintura, la compañía decidió publicar en el folleto multimencionado, un breve resumen sobre la pintura en México en tiempos anteriores a su independencia, que por su importancia, transcribiré más abajo.

Pero antes, debo concluir diciendo como coda de la entrada anterior de este blog, que un buen catálogo en línea ha de recoger en minucia noticias que tratan respecto de las obras que describe, quizá no necesite ser aburridamente acucioso o rebuscado, pero si capaz de dejar las pistas suficientes para generar preguntas, dejarnos en laberinto y por tanto, ayudarnos a un más profundo conocimiento de sus objetos.

Aquí dejamos otros anzuelos:

Pintura en México

Leonard & Co. Catalogue of Rare Original Paintings, Collected in 1861, From the Convents and Churches of Mexico, Suppressed by the Government (Boston, 12 January 1871).

p. 1-5.

Mientras que nuestras bibliotecas contienen descripciones particulares de los pintores europeos y sus obras, y en el idioma inglés, es muy difícil encontrar algo que se respete en nuestra lengua [es decir, el idioma inglés], de los artistas que han florecido en México, el ejemplo más rico y espléndido de un país católico, donde todo lo relacionado con ese culto se realizó con una pompa y esplendor que el mundo nunca ha visto, tal vez ni siquiera en la propia Roma. La Academia de Bellas Artes de San Carlos, la capital de México, todavía muestra las imágenes nobles de los maestros mexicanos; Humboldt y aquellos que han visitado México, dan testimonio de su alto mérito. Los conocedores mexicanos ricos que han comprado obras europeas en el extranjero, pagan precios tan altos o más altos por las obras seleccionadas de los maestros nativos. Durante tres siglos, el arte floreció bajo el poderoso estímulo del rico tesoro de la iglesia y la fama y admiración de una nación. Los maestros españoles fueron atraídos a América por el mejor patrocinio que encontraron para sus pinceles.

En vista de los enormes precios pagados por los libros sobre los pintores, esta contribución se ofrece en relación con los de México, que probablemente sean de interés. Las fuentes de información son diversas obras de México y de viajeros, la inspección personal de las imágenes en mexicanos y la comparación de opiniones con artistas y críticos de ese país. Entre los libros útiles pueden recomendarse México considerado como nación libre e independiente, publicado en México, y el libro de Beltrami. Esparcidos en literatura periódica, libros y folletos artísticos y teológicos, y las enciclopedias, están los materiales para tales trabajos, como los Artistas de España de Stirling. De hecho, este trabajo está incompleto en su lista de las obras existentes de Murillo, Velázquez y el resto, de los cuales muchos han venido a México y desde la publicación del libro de Stirling en 1848, varios han regresado al Viejo Mundo.

Por ejemplo: unos años luego de liquidar una finca, se vendió una casa con su contenido por $ 8000. Una de las pinturas que contenía era un Murillo original, que desde entonces se vendió por mucho más de lo que se pagó por toda la propiedad y se fue a Europa.

La Iglesia en la Nueva España en los primeros días tenía amplios medios para comprar las imágenes que deseaban, y durante mucho tiempo los pintores españoles suplieron la demanda mexicana. Las imágenes llegaron en abundancia, y su mérito era casi el mismo que el de aquellos que adornaban las iglesias españolas de la misma época. Ya en la época de Murillo, se hicieron grandes envíos, y las obras de este maestro no han sido poco frecuentes en México; pero estas han sido por lo general ejemplos tempranos y bastante groseros, solo distinguibles a los expertos como de la mano que luego podría mostrar la belleza divina que brilla a través de la forma humana, siempre humana, pero animada por una expresión espiritual especial. En la Academia de San Carlos se nota un bello original de Murillo, su San Juan de Dios. Ese monje caritativo y laborioso lleva a un hombre enfermo, y un ángel soporta su peso. Hay tres originales de este tema, todos indudables e imposibles de comprar, excepto a un excelente precio. Sin incluir ninguna pintura enviada a México, Stirling describe veinticinco imágenes de la Inmaculada Concepción de Murillo, nueve de la Anunciación y una gran cantidad de duplicados que él ordenó. Una gran cantidad de obras tempranas de Murillo se distribuyeron en México y en ocasiones. han recompensado a los coleccionistas inteligentes que las han descubierto.

Stirling, en sus Anales de los artistas de España (3 vols. Londres, 1848), se refiere a la pobreza temprana de Murillo, y su venta de sus cuadros en el mercado de Sevilla. Él dice: «Ese joven desconocido [Murillo,] se paró entre los arrieros y traficantes, vendiendo por unos pocos reales esas primeras producciones de su pincel por las cuales los coleccionistas reales ahora están listos para la competencia. Estos artistas luego trabajaron en la calle, listos para cualquier modificación que sus clientes pudieran requerir. Grandes cantidades de esta basura, así como obras de una clase mejor, fueron compradas por los comerciantes coloniales y enviadas para adornar y enriquecer las mil iglesias y conventos, los altares de oro y plata y los santuarios de joyas de la España transatlántica «. En una fecha posterior, Murillo decidió recaudar dinero para un viaje a Italia «Compró una cantidad de lienzo, la cortó en cuadrados de varios tamaños que preparó con su propia mano y luego convirtió en imágenes de los santos, paisajes y flores más populares. Los vendió a los comerciantes americanos para su exportación, y así obtuvo una suma suficiente para sus fines».

Beltrami dice: “El reverendo padre, prior de San Agustín, me mostró una foto que había quedado abandonada al polvo en el corredor del convento. El Padre se lo atribuyó a Villalpando, sin pensar que era, quizás, una de las mejores obras de Murillo. La pintura representa a San Pedro arrepintiéndose * * * Debería cualquier amigo nuestro que visite México, no dejar de ver esta obra maestra del arte, en caso de que todavía esté allí. Pero me temo que mis visitas frecuentes pueden haber exaltado su valor a los ojos de estos padres reverendos y que, en consecuencia, pueden permitir que desaparezca ”.

Estas imágenes se perdieron hace mucho tiempo. El convento de San Agustín ha sido dividido en lotes y vendido para viviendas; la iglesia ha sido remodelada y está ocupada como la Biblioteca Nacional. La visita de Beltrami fue probablemente hace cuarenta años o más.

El primer pintor español que fue a México fue Arteaga. Luego vinieron Cristóbal Villalpando y Baltazar Chaves. Estos fueron artistas excelentes, como indican sus obras, que aún permanecen. En el siglo XVII aparecieron una gran cantidad de artistas mexicanos, en su mayoría alumnos de los tres recién nombrados. Los más destacados fueron Manuel Orellano, Antonio Aguillera, José Torres, Clemente López y Andrés López y Herrera.

El arte en México alcanzó su máxima perfección en el siglo XVIII. Juan Rodríguez Xuarez, su hermano Nicolás y su tío Luis florecieron a principios de siglo. Las obras de Juan en la Catedral y en el Convento de la Profesa justifican las alabanzas que se le han otorgado.

Juan Correa poseía un gran talento, y sus obras son numerosas. Sus composiciones son grandiosas y sublimes, y sus frescos lo muestran como un artista de alto rango. Correa también entrenó a un gran número de alumnos, que han sido más o menos distinguidos. Entre estos se encuentran Miguel Cabrera, José Ibarra, Antonio Aguillera, Antonio Sánchez y José de Rudecindo, todos mexicanos, que florecieron a mediados y finales del siglo XVIII.

Se dice que Juan Correa fue el instructor de Cabrera, que no solo superó a su maestro, sino a todos los demás pintores de su país, y tal vez, como se dice firmemente, todo su tiempo, en obras eclesiásticas.

Miguel Cabrera era de la raza indígena de Zapoteca y nació en Oajaca, en el sur de México. Sus obras son numerosas en México, Puebla y otras ricas localidades, y son apreciadas por encima de las de cualquier otro artista mexicano. Se le ha llamado Murillo mexicano y, como el gran sevillano, pintó una multitud de cuadros antes de las últimas y nobles obras que han establecido su fama. Los grabados de las imágenes de Cabrera dan fechas por un período de cincuenta años. En 1749 fue contratado para pintar a la Virgen de Guadalupe, la patrona de la raza nativa mexicana, según la imagen impresa milagrosamente en el ayate o tela del indio Juan Diego, a quien se apareció en el lugar ahora ocupado por el magnífico templo dedicado a ella. El tema presentaba pocas oportunidades para la habilidad de un pintor, pero la imagen fue elogiada en un libro y multiplicada por grabados. Cabrera luego pintó los retratos de los Generales de la Compañía de Jesús, luego de los fundadores de los conventos y de varios santos y dignatarios requeridos para las iglesias y los conventos. Poco a poco se elevó a la clase más alta de composición. En el convento de la Profesa pintó «La vida de San Ignacio» en una serie de grandes cuadros de la mayor magnificencia y belleza. En el mismo convento, pintó «El corazón del hombre degradado por el pecado y regenerado por la religión y la virtud». En el Convento de Santo Domingo pintó la vida del santo patrón. Los mexicanos y los extranjeros han elogiado a Cabrera, lo que sonaría extravagante para aquellos que no han tenido el placer de ver sus grandes obras. Del Convento de los Belemitas fue su «Adoración del Sagrado Corazón». Las cabezas de los querubines eran del estilo de Murillo, magníficas y completamente encantadoras. En la venta no oficial de esta propiedad por parte del gobierno, que necesitaba dinero, no dejó pasar una oferta, se ofrecieron $ 3000 y se entregó la imagen.

Beltrami comenta: “Cabrera tiene los contornos de Corregio, la animación de Dominichino y el pathos de Murillo. Sus episodios, como sus ángeles, etc., son de rara belleza. José de Páez fue un artista distinguido, como lo muestran sus pinturas en el claustro de San Fernando. Francisco Antonio Vallejo ha dejado algunas excelentes obras. José Ibarra dejó muchas bellas imágenes en los conventos de Santa Inés y Belemitas. Las pinturas de José Alcibar, en el claustro superior de San Agustín, muestran que no era muy inferior a su maestro Ibarra.

Cuando la propiedad de la iglesia en México fue «nacionalizada» bajo las llamadas «Leyes de Reforma», en 1861, se vendieron muchas de las pinturas y otras, la mayoría de las grandes obras, fueron depositadas por el gobierno con el fin de formar una galería nacional de pintura. Durante la ocupación de la capital por los franceses y Maximiliano, se entiende que estos han desaparecido gradualmente, y es cierto que algunos se han ido a Europa. Algunos se han venido a los Estados Unidos, donde, después de limpieza y restauración, se han descubierto algunas muy hermosas y valiosas obras.


Referencias

  • Giacomo Costantino Beltrami. Le Mexique. Paris: Delaunay, 1830.
  • Michael A. Brown. «Spanish Presence in a Fledgling Republic: Portraiture in Hispanic America and the United States» in Donna Pierce (ed.). New England/New Spain: Portraiture in the Colonial Americas, 1492-1850 (Denver, 2016), pp. 208-210, 223, fig. 3. (as possibly Baltasar Echave Orio, early 17th century)
  • Michael A. Brown. «Beyond the Peninsula, Beyond Painting: Spain’s Global Golden Age» in Michael A. Brown (ed.). Art & Empire: The Golden Age of Spain. Exh. cat. (San Diego: San Diego Museum of Art, 2019), pp. 56-57, fig. 39. (as copy after Baltasar de Echave Orio, 17th century)
  • Leonard & Co. Catalogue of Rare Original Paintings, Collected in 1861, From the Convents and Churches of Mexico, Suppressed by the Government (Boston, 12 January 1871).
  • Nelly Sigaut. «Los primeros pintores hispanos en México» in Luis Javier Cuesta Hernández (ed.). Trazos en la historia. Arte Español en México (Madrid: Ediciones El Viso, 2017), pp. 59-60.
  • Simón Tadeo Ortíz de Ayala, México considerado como nación independiente y libre, ó sean algunas indicaciones sobre los deberes mas esenciales de los Mexicanos. Burdeos, 1832.
  • William Stirling Maxwell y Robert Guy. Annals of the Artists of Spain,. London: 1848.

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